jueves, septiembre 01, 2005

EL MICROCOSMO PERONISTA Y EL MACROCOSMO NACIONAL

En un pasado no tan lejano, el cosmos peronista duplicaba el cosmos nacional y expresaba, por la riqueza de sus líneas internas y la puja entre éstas, la lucha subterránea nacional en las grandes decisiones del país. Con la pretensión del Presidente Menem de lograr una tercera elección en vez de aceptar que alguien recogiese y prolongase dentro del PJ la línea modernizadora, se fusionaron las líneas internas que combatían a Menem y las que combatían la modernización. Estas se apoderaron del partido hasta el punto de promover y sostener no sólo los ilegales acontecimientos antimodernizadores de 2001 y 2002 sino de bloquear en 2003 la esta vez legítima candidatura presidencial del peronista Menem primero y luego lograr retirada de éste en el ballotage frente a Kirchner, fiel representante de la línea antimodernizadora. El gran movimiento de antaño, institucionalizado en el PJ, quedó así, en el proceso que va de la brillante reelección de 1995 a la actual elección de octubre de 2005, reducido a un microcosmo sólo representativo de la antimodernidad.

Los argentinos, ciudadanos de a pie o periodistas, prisioneros de su memoria emotiva, persisten en creer que el microcosmos peronista continua siendo la réplica del macrocosmo nacional y llenan su cabeza y las primeras páginas de los diarios con las noticias de la batalla dentro del microcosmo. Se sienten, aún contra los dictados de su más elemental intuición, obligados a plegarse a la errada idea de que el destino argentino, se decide, como antaño, allí. Pero no, allí hoy sólo se decide quien manda dentro del cada día menos significativo microcosmo, y mande Kirchner o mande Duhalde, lo que es seguro es que la modernidad tiene a sus esforzados soldados en otra parte.

Quizá por esto el pacto nacional desestabilizador denunciado por el Presidente Kirchner sonó poco creíble hasta para el menos informado de los argentinos: ¿qué proyecto común podrían tener los antagónicos Menem y Duhalde para sustituir el actual proyecto de Gobierno? Unos días antes, había repicado mejor en la opinión pública la noticia de la posible alianza Menem-Cavallo, llena de sentido en lo que hace a una similar visión del país y en su idéntica crítica al actual gobierno y al anterior gobierno duhaldista patrocinante de éste. En el macrocosmo nacional y por fuerza de la campaña electoral, el debate comienza, poco a poco a transformarse y, el meollo de la modernidad comienza a ser visible y discutido por todos, desde los mimados industriales hasta los olvidados trabajadores asalariados. Se trata de apoyar las políticas del regresivo Ministro Lavagna tan kirchnerista como duhaldista o de promover las candidaturas de los opositores a esas políticas, se llamen Menem, Cavallo, Macri, Sobisch o López Murphy para lograr una mayoría en el Congreso que rectifique ese rumbo y reubique al país en el camino de la modernidad.

Movimientos antimodernidad económica como el del alfonsinismo y el ARI se anotan en el apoyo crítico a las políticas de Lavagna y junto a los radicales en general, independientemente del partido en que se encuentren y víctimas de su inercia siempre un poco gorila, no dejan de apuntar su dedo acusador hacia lo que sucede en el mundo peronista, víctimas del espejismo del pasado. Temen, otorgando una excesiva importancia a un partido en decadencia, que la guerra Kirchner-Duhalde ponga en jaque la democracia. Si los experimentados radicales se confunden, ¿cómo no habría de ser el soñador Presidente víctima de la misma ilusión, de que lo que sucede en el micromundo peronista es lo mismo que sucede en el macrocosmos nacional? Porque, en efecto, en el micromundo peronista sí existe un pacto entre todos los que se oponen a Kirchner para conseguir desplazarlo no del sólo del gobierno en esta vuelta electoral sino del dominio del PJ cara a las elecciones presidenciales del 2007. Pero, en el macrocosmo la guerra que importa no es esa, inventada para el exclusivo uso de los usuarios del aparato PJ y de los locatarios interinos de la Casa Rosada. La guerra real permanece invisible a los quizá interesados ojos presidenciales y por lo tanto, apenas es nombrada como objeto central del debate.

En el macrocosmo nacional la realidad no es la realidad de Kirchner ni la realidad de Duhalde y ni siquiera la del marginado Menem dentro del PJ. La realidad es la de un magma en formación, cada día más espeso, compuesto por las inmensas necesidades insatisfechas de la gran mayoría de los argentinos y por los deseos cada día menos reprimidos de volver a ser una gran nación, respetable y respetada. Se trata aún de un magma sin dirección ni conducción concertada pero dentro del cual surgen cada día más dirigentes que aspiran a representar esos deseos y a satisfacer esas necesidades, en un proceso de sinceramiento semejante al que llevó a Perón a la presidencia en 1946. A ese volumen de lava incandescente que cada día asciende y se acerca más a la cumbre del volcán, lo que suceda en el microcosmos peronista le tiene sin cuidado. Dentro del volcán se sabe que los millones de afiliados del pasado peronista son hoy la materia ígnea del nuevo y voluminoso magma y que todo verdadero peronista o heredero de aquel espíritu tiene, siempre, vocación de despliegue nacional y no de corsé partidario.

El volcán está en el corazón de la Argentina y la lava, cada día más cerca de la urna, el simbólico cráter de la verdadera vida democrática. En algún momento se producirá la erupción, el magma abarcará todo y la realidad no se expresará ya en las tímidas fumarolas de hoy sólo visibles a los ojos expertos, sino en la contundencia de un reventón que cambiará el paisaje político por una larga temporada. El Presidente Kirchner y su ex socio Duhalde se preocupan por los fuegos de su microcosmos partidario sin darse cuenta de dónde están sentados. Se equivocan en creer que el pueblo argentino es un volcán extinto.