sábado, septiembre 22, 2007

SAN LUIS HOLLYWOOD, EL FINAL FELIZ DEL PERONISMO

Como todo el mundo sabe, el peronismo tiene sus misterios. En la próxima elección presidencial de octubre, entre las múltiples batallas que allí se darán, una en particular merece ser observada. La verdad peronista número veintiuno, nunca formulada en voz alta, subraya que para derrotar a un peronista no hay nada mejor que otro peronista.

En este caso, la misión de derrotar a los Kirchner la tiene el único peronista que los va a enfrentar, Alberto Rodríguez Saá, ya que Lavagna, el candidato apadrinado por el otro peronista discordante, Duhalde, viste camiseta radical, y el votante peronista, ya se sabe, sufre de una histórica alergia a la misma. A veces, claro, le ha convenido votar a algún radical para limpiar el panorama de una interna conflictiva (como fue la de Duhalde-Menem a finales de los 90) pero en este caso, y aunque hay un puro radical para sacarse el gusto, Ricardo López Murphy, el peronista de pura sangre tiene algo más divertido para hacer: pelear para derrotar a aquellos que, no sirviendo al país, se creen además invencibles.


El Alberto, como ya lo llama la gente en la calle, es el primo de provincia al que le fue bien y que viene a la Capital con un mensaje idéntico al del Menem de los 90. Con esas ideas, su provincia creció y no sólo en el aspecto cultural, una rareza en el plano nacional, sino que San Luis, ese nuevo Hollywood, meca para los cineastas locales, ofrece algo muy especial de lo cual la Argentina carece: esperanza en que un país exitoso, con una orientación capitalista, moderna y alineada continentalmente con los Estados Unidos, es posible.

Como no puede ser elegido por el peronismo, ya que la intervención en el Partido Justicialista ha sido alentada desde el gobierno con el propósito de reservar para su formación izquierdista Frente para la Victoria el caudal aún inmenso de votantes peronistas, Rodríguez Saá se presenta bajo la bandera del Frejuli, Frente Justicialista para la Liberación, una sigla y un nombre muy bien elegidos, ya que a este gobierno le fascina el pasado. Ahora se trata de liberarnos de los Kirchner, y si antes la batalla del Frejuli fue contra los militares gorilas, ahora es en contra del otro ejército destructor de la Argentina, que continua molestando, encaramado en el poder y con vocación de eterno.

Los Kirchner, si no fueran lo que son, podrían haber tomado las banderas de Menem y mejorarlas, para gloria de la Argentina y de la castigada generación que dicen representar. Pero como son lo que son, continúan expresando lo más inmaduro e incompleto de la generación setentista. Esa generación, que todavía debía al país un candidato evolucionado y adaptado a la modernidad, ahora lo tiene. La novedad de la elección de octubre es que, en la figura de Alberto Rodríguez Saá enfrentado a los Kirchner, las dos fracciones antagónicas del peronismo de los 70 volverán a medirse.

Los Kirchner expresan a la izquierda que no se ha cansado de usar y deformar al peronismo para sus propios fines. El Alberto, solito, con su nombre cortito de pueblo, va a defender en cambio la posición de un peronismo actualizado, modernista pero conservador de su propia doctrina. Dejará en claro, además, que es él y no el duhaldismo travestido de lavagnista radical, quien porta el verbo opositor peronista en su más pura expresión de servicio al país. El tema generacional es muy importante en esta elección ya que es la primera vez que un candidato representante de la juventud setentista defiende la más completa modernidad desde la médula misma de la doctrina peronista. Hay que recordar la secuencia: Menem que expresaba esta misma orientación, pertenecía a otra generación; Duhalde, si bien setentista, expresa y expresó siempre la doctrina congelada sin actualizar, y los Kirchner expresan al setentismo izquierdista aniquilador del peronismo en nombre del socialismo. Faltaba que emergiera el setentista de la modernidad Es ese lugar bloqueado por Menem durante más tiempo del debido, el que ocupa Rodríguez Saá, el candidato que más votos puede sacar a los Kirchner sólo por ser heredero de la más fuerte y certera corriente del peronismo, la de la legitimidad de una doctrina respetada y actualizada.

No hubo internas, no hay militancia organizada, todo parece una batalla perdida. Pero el peronismo siempre ha sido una tribu dispersa que, de pronto, se convierte en malón. Como le gustaba decir a Cátulo Castillo: el peronismo se asemeja al cardumen desordenado, hasta que emerge el pez con el derrotero. Como por arte de magia, el cardumen se organiza y sigue al que lidera. En octubre no hace falta un conductor, sino alguien que sepa donde ir. El Alberto sabe, ahí está San Luis dando testimonio. De Hollywood aprendió además, que todo puede tener un final feliz cuando el protagonista, en este caso el pueblo argentino, lo merece.